domingo, 27 de febrero de 2011

Suspiro. Finjo que busco algo en mi bolso y vuelvo a mirarte. Me miras. Agacho la cabeza vergonzosa mientras ella te devora con los ojos. No debería, es mi amiga. Contemplo la hora y me coloco las gafas de sol. Sonríes. Trato de incorporarme a la conversación que están teniendo mis amigas, pero me resulta imposible. Te metes las manos en los bolsillos e intercambias un par de palabras con tus amigos. Ahora sonrío yo. Mi amiga se levanta y parece que se dirige hacia ti. Me asusto. Pero tú no reparas ningún tipo de atención en ella. Me gusta, por eso te mantengo la mirada por unos instantes. Enrojezco. Tú te rascas la nuca. Suena el timbre. Recojo mis cosas y, al igual que tú, camino para clase. Suspiro.

sábado, 26 de febrero de 2011

Tic-tac

Posiblemente el sonido que más odiaba. Sentía que el tiempo se escapaba entre sus dedos, que la vida se iba ante sus ojos y que no podía hacer nada para remediarlo. Y lo que era mucho peor, temía que todos esos momentos que ahora se habían convertido en recuerdos quedaran en el olvido.
Recordaba su infancia como si de retales se tratara, de momentos sueltos. Su primer día de clase, su miedo a la bicicleta, cómo se le cayeron algunos dientes de leche… Sonríe al ver que aún está patente parte de esa inocencia.
De la época del instituto sólo podía decir que había sido tan desastrosa como esas que salen en algunas series de televisión. Cierto que había experimentado su primer beso, el primer amor, la prima ruptura… Pero lo único que recordaba con cariño era cómo se magnificaban todos esos sentimientos.
Y ahora ya había acabado su etapa universitaria. ¿Qué podía decir? Posiblemente la etapa en la que más había madurado. Había conocido a gente de todas partes, se había preparado para el futuro y había aprendido a enfrentarse a sus miedos.
Lanzó un último suspiro y subió al escenario en el que le colocaron la beca azul, el color de su facultad. Nadie sabía qué podía depararle el futuro. De lo único que tenía certeza es que aquel día permanecería fresco en su memoria hasta el último de sus días.

martes, 22 de febrero de 2011

Más allá

-¿Cómo es?
-¿Cómo es qué?
-Pues no sé… -se encogió de hombros.- Esto. Todo…
Se tomó su tiempo antes de responder. No era fácil hablar con su hermana de un tema como ése.
-Es duro. –Suspiró.- Al principio tuve miedo del dolor físico, ¿sabes? Pensaba en todas esas cosas que ya no puedo hacer, como patinar. El mundo no para de recordarte lo mucho que tienes que cuidarte.
Bastó un cruce de miradas para comprender cuán dolorosa era esa situación para todos. Una lágrima resbalo por su mejilla, ahora escuálida.
-Creía que era lo peor que podía pasarme. –Continuó.- Pero luego apareció el otro tipo de miedo, el miedo de verdad: el psicológico.
-¿Recuerdas el día que apareció? –Preguntó con un hilo de voz.
Claro que lo recordaba: el día que recibió por primera vez la quimioterapia. Se pasó la mano por la cabeza para comprobar que no se trataba de una pesadilla. Aquella larga y suave melena que caía por sus hombros se había esfumado.
-No, no lo recuerdo con exactitud. –Mintió.- Supongo que cuando tomé conciencia de todo.
El silencio se adueñó de aquella fría e inerte habitación de hospital. Aquel era el lugar al que más pavor le había tenido en su vida, incluso desde antes de que todo cambiara. Y ahora todo se intensificaba. Miró por un momento la cama vacía que había al lado de la suya. Recientemente había pertenecido a una niña de doce años. Un escalofrío recorrió su cuerpo.
-Tú... -Balbuceó.- ¿Tú crees que hay vida más allá de la muerte?
Era con la primera persona que hablaba de aquel tema. Ésta se encogió de hombros y la dejó seguir hablando.
-Yo sí creo, pero porque me parece imposible que llegue el día en que mi cabeza deje de funcionar. Dicen que es como estar dormido, pero a veces lo ves todo negro mientras duermes. ¿Eso es lo que me espera, oscuridad? Yo creo que no…
-Yo espero que tampoco.
Segundo silencio. Ella no quiere pasar sus últimos días encerrada en un hospital. Quiere ir a la playa, a sentir aunque sea por última vez el mar en sus pies.
-Mamá ha dejado de fumar. –Gimoteó la mayor.- Se siente culpable…
-Dile que no se sienta así… -Negó con un gesto.- Esta familia siempre ha tenido mala suerte con esta enfermedad. Que no se torture, por favor.
No había terminado de pronunciar la última palabra cuando una enfermera regordeta entró en la habitación, anunciando que la hora de visitas llegaba a su fin. Ambas se fundieron en el que podía ser el último abrazo.
-Hasta el próximo día, pelona. –Trató de bromear su hermana antes de marcharse.
-Hasta siempre. –Se despidió con la mano.-Te quiero.

domingo, 20 de febrero de 2011

Es una cita

Y ahí estaba él, mirándola pasmado mientras ella le contaba entusiasmada cómo le había ido en su primer día de trabajo. ¿Había alguien con una sonrisa más bonita? Y si existía, no quería saberlo.
No hacía mucho que se habían conocido, no llegaba al año. Coincidieron en un evento que organizaba la universidad para promover la compartición de coches. Desde entonces iban y venían juntos. También iban otros alumnos en el coche, pero ninguno tenía demasiado interés en hacer amigos. Quizás ella tampoco, pero lo hacía todo de forma tan natural que él nunca lo sabría.
Lo que a él más le gustaba de sus viajes en coche era observarla sin que ella se diera cuenta, sobre todo cuando encendía la radio y sintonizaban su canción preferida. Tan sólo duraba un instante, pero su expresión era la de la máxima felicidad. Así era ella, una amante de las pequeñas cosas.
-¿Me estás escuchando? –Preguntó ella de repente.- Te estaba contando lo de la nueva película que te hablé. Ya la han estrenado en España.
-Tenías ganas, ¿eh? –Le dijo de forma divertida.- ¿Y qué vas a hacer, irás este fin de semana?
-No creo. –Se encogió de hombros.- Mis amigas no quieren ir, y no me apetece ir sola…
Era el momento, lo sabía. Debía decírselo como algo casual, como si le diera igual. Pero no era así. Las manos no comienzan a sudarte cuando vas a hacer algo que te importa un bledo.
-Si quieres yo puedo ir contigo. –Casi susurró.- No tengo planes para este fin de semana.
-¿Es una cita? –Preguntó sin apartar la vista de la carretera.
Entonces sonrió, dejándole completamente descolocado. ¿Qué podía significar aquella sonrisa? Quizás le parecía divertido que a un chico como él concibiera la idea de que una chica como ella quisiera ser su cita. Estuvo balbuciendo como un idiota por tiempo definido, hasta que descubrió que habían llegado a su destino.
-Es una cita. –Se respondió así misma.- La película empieza a las diez y media, así que te recojo sobre las diez, ¿vale?
Ni siquiera le dio tiempo a responder, aunque en cierto modo lo prefería así. Antes de entrar en casa echó un último vistazo al vehículo del que acababa de bajar, rió en voz baja y canturreó aquella vieja canción que venía sonando. Las cosas empezaban a ir bien.

martes, 15 de febrero de 2011

Mi primer día

«Hoy será mi primer día, mi mañana también, y el resto de mi vida…».

No era una casualidad que aquella melodía fuera la encargada de despertarle. En absoluto. Después de varios meses viviendo de forma monótona y sinsentido, sentía que había llegado el momento de darle una nueva perspectiva a aquella situación. Una nueva perspectiva y una nueva actitud.

Quizás eso fue lo que le llevó a cambiar de imagen, a decir lo que realmente pensaba y a conversar sin miedo o vergüenza con gente con la que antes había sido incapaz de intercambiar dos palabras. Necesitaba tener más confianza, sentirse bien consigo misma y compartirlo con el resto del mundo.

Por eso cada mañana sonaba esa misma canción. Le recordaba qué postura debía adoptar respecto a la vida…


«Hoy puedo, hoy el premio me lo llevo,
Hoy me sobra la energía, es el punto de partida»