Con su guitarra colgada a la espalda, Harry pedalea a toda velocidad calle abajo. Durante el trayecto tiene más de un encontronazo con peatones, casi atropella a un perro y es el receptor de los numerosos bocinazos de molestos conductores. Lejos de disculparse, suelta una sonora carcajada y le hace un gesto obsceno a todo aquel que osa a insultarlo.
Oficialmente queda atrás un gran verano, uno digno de recordar. Han sido tres meses en los que no han faltado playas, fiestas, alcohol, y muy buena compañía. De hecho, aún conserva en el cuello un último recuerdo.
Apenas le ha colocado el candado a su bicicleta cuando la campana marca el comienzo de las clases. Se apura para dejar la guitarra en su taquilla y se va en busca de su nueva aula.
Una vez consigue localizarla, agudiza el oído tratando de identificar la voz de su nuevo tutor. Tras unos minutos, Harry descubre que se trata de Ms. Porter. Ella ha sido su profesora de literatura desde que ingresó en aquel instituto, así que no duda en girar el picaporte y adentrarse durante una explicación sin su consentimiento. ¿Para qué?, se pregunta a sí mismo. Sabe que ni siquiera va a llamarle la atención.
-¿Qué hay, clase? –Saluda descarado.
Entonces un murmullo crece en el aula hasta convertirse en un griterío. Algunos le saludan, otros ríen y comentan su impertinencia. Complacido por la respuesta obtenida, mira a Ms. Porter con aire despreocupado. Ése es el momento en el que descubre que junto a ella hay una chica en pie.
-¡Silencio! –Grita Ms. Porter. Al instante todos recuperan un estado sosegado.-…como os iba diciendo ésta es Hayley Johnson. Es nueva en la ciudad y en el instituto, así que por favor quiero que seáis amables con ella.
Ambas comparten una sonrisa y es entonces cuando la nueva, como ya le ha bautizado Harry en su cabeza, se sienta en una de las primeras filas, junto al ventanal. Él también acude a su asiento. Su mejor amigo, Liam, se ha encargado de guardárselo.
(Fragmento de una historia que no llegó a ninguna parte)