Ilustración: Sara Herranz |
A veces pido en voz bajita que se pare el tiempo, aquí y ahora.
Que se paren los relojes, el tráfico, la tierra. Todo.
Poco importa que nos quedemos congelados mientras nos miramos de manera furtiva, a una distancia de pocos centímetros y con una inmensa carcajada a punto de escapar de nuestras gargantas.
Seguramente nos pillarán con los cristales empañados y las manos entrelazadas. Como si fuésemos a compartir nuestros secretos más ocultos o alguna que otra confesión de buenas noches. Como si nos quisieran separar y no pudieran. Porque no pueden.
-¿Es posible quererte más? Qué tontería, siempre se puede querer más
-No hace falta que me quieras más, hace falta que me sigas queriendo así de bonito