“…y entonces se pone ese vestidito blanco que tanto me gusta y se pinta los labios del rojo más intenso que he visto en mi vida. Sé que quiere verse como una mujer, pero en mi más profundo pensamiento sigue siendo la muñeca más bonita de la tienda. Juega con su pelo, ahora convertido en tirabuzones y acompañado por una diadema con un pequeño pájaro de metal. Cómo decirle que yo antes era tan libre como él; y que aunque a veces parezca lo contrario, cada vez me gusta más este estilo de vida. Con ella.
Me gusta observarla cuando duerme, porque es cuando más frágil se ve. Y por qué no, me satisface esa sensación de que me necesita en su vida, protegiéndola. No me importa que pasen las horas muertas si es jugando con su pelo, o haciéndonos cosquillas, o paseando de su mano. A veces tengo miedo, ¿sabes? Miedo a que piense que no estoy metido en esto tanto como ella, miedo a que espere determinadas cosas y no las reciba. Miedo a que piense que no soy suficientemente bueno para ella, o que realmente merece algo mejor. O que yo merezco algo mejor. Pero entonces ella regresa a mí, besa mi mejilla y me susurra al oído que me ha echado de menos. Sin duda es el momento más feliz del día.”