Nos han enseñado a lo largo de
nuestra vida que lo bueno debe durar. La ropa, los coches, las tecnologías, el
amor verdadero… Pocos siguen ese refrán de «lo bueno, si breve, dos veces bueno».
Es como si ninguno de nosotros
quisiera percatarse de que lo más hermoso de esta vida, probablemente no dura
más que unos minutos, y con suerte. Un beso, una risa, un abrazo, una mirada,
una estrella fugaz… Incluso el propio verano, se nos antoja efímero.
Abandonar las cosas que nos
hacen sentir tan bien nos resulta imposible,
e intentamos y volvemos a intentar mantenerlas con nosotros, a nuestro lado.
Quizás deberíamos aprender a
apreciar la intensidad del momento, y dejar ir a aquello que nos llena el corazón,
dejarlo ir con la corriente. Y quién sabe…
«Si
amas algo déjalo ir, si regresa es tuyo»