domingo, 23 de febrero de 2014

De sentido común


Querida Sara,

No estás pasando por un buen momento así que voy a decirte algo que esperas oír en algún momento pero que no está llegando.

Ante todo, eres una buena persona. No te voy a mentir y a decirte que no eres brusca, porque a veces lo eres, pero pocas veces te he visto dirigirte a una persona con maldad contenida. Muy pocas.

Eres inteligente. Sabes mucho de muy poco, sí, pero es preferible a saber muy poco de un montón de cosas. Y lo mejor de todo es que no vas por ahí presumiendo por ello, pavoneándote como si ello te fuese aportar algún tipo de impacto en tu alrededor. Te falta un poco de picardía, pero es algo que muchos aprenden a base de golpes.

Eres divertida. No eres una payasa constante, pero tienes buenos momentos. Y natural, lo cual te ha servido para meterte a más de una persona en el bolsillo. Aunque ni siquiera lo estuvieses intentando.

Eres un montón de cosas buenas que ni siquiera sabes porque te infravaloras. Y ni siquiera es eso. Por alguna estúpida razón recaes el peso en los de tu alrededor. Ellos no tienen que aprobar tu forma de ser, vestir, vivir o decidir. Eres tú. Tú eres la causante de tu felicidad y de tu desgracia, tú tienes el peso de tu vida. Quizás esto te va a restar ilusión respecto a esas personas, pero es hora de que retomes las riendas.

No es una crítica, es una lección.

Tu sentido común.

sábado, 22 de febrero de 2014


«Sinvergüenza, canalla y pirata. Gafas de sol casi tatuadas y media sonrisa por bandera.

El que me busca la lengua, me saca de quicio y me suaviza con una simple mirada. El que me hace volver a los quince disfrutando de los privilegios de los veintitantos. El que me enseña día tras día que me preocupo demasiado por situaciones tan futuras como inciertas. Disfruta del presente, me dice.

Y confieso que resulta ser un alivio, un respiro de aire fresco…».

-¿Qué escribes? –Pregunta el joven asomando la cabeza por encima de su hombro.

-Tonterías mías. –Responde mientras cierra el viejo cuaderno tan rápido como puede.

-Te preocupas demasiado…

lunes, 17 de febrero de 2014

-Perdona que suene a frase hecha, pero he notado que ya no me quieres como antes.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Tus ojos.

-Es lo normal, es lo que tiene el tiempo.

-Pues yo no quiero algo normal.

viernes, 7 de febrero de 2014

Ni frío ni calor


El mundo se cubrió por una espesa capa de hielo que nunca me llegó. Ni a los tobillos.

Ya no hay sonrisas. Ni siquiera hay buenas formas. El “lo siento, lo desconozco” se ve sustituido por un silencio frío mientras sigues esperando esa respuesta junto al marco de la puerta. Y te sientes estúpido, porque sigues creyendo que esa respuesta va a acabar llegando de un momento a otro, y que sería muy descortés por tu parte marcharte sin más. El “espera un segundo y me lo cuentas, que ahora mismo no te puedo prestar atención” cambia por un “no me he enterado de NADA de lo que has dicho” justo cuando has acabado de contar la historia más divertida del mundo. Y qué decir de los “¿qué tal te ha ido el día?” que se ven cortados por un seco “bien”.

Esas cosas acaban anulándote, haciéndote sentir invisible. Se agarran a tu cuello con ambas manos y te aprietan hasta que tu voz pende de un hilo inseguro. Y entonces te planteas que el problema es tuyo, que quizás tienes demasiado tacto. Luego recuerdas que no es tacto sino educación, y ahí es cuando regresa esa frustración. Porque da igual que te plantees ser una persona fría, maleducada, cortante… tú eres tú y no puedes cambiar esa forma de ser. Porque cuando algo no está roto no puede ser arreglado.