lunes, 30 de septiembre de 2013

Problemas


The closer you think you are, the less you’ll actually see.
J. Daniel Atlas – Now You See Me

A lo largo de nuestra vida, nos han enseñado que siempre que se nos presente un problema debemos centrarnos en los datos de máxima importancia, dejando a un lado el resto. Lo hacían incluso con los problemas de matemáticas. “Observa los datos que te dan”, solía decir mi maestra de primaria.

Pero lo que no nos enseñan es que cuanto más cerca creemos estar, menos llegaremos a ver. Incluso con los problemas de matemáticas, otra vez.

Para afrontar los problemas debemos dar un par de pasos atrás en todos los aspectos posibles. En el tiempo, en la perspectiva…

Será entonces cuando nos demos cuenta de que nuestros problemas, son meras piedrecitas en el camino.

Y en caso de ser un problema real, siempre podrás memorizar el enunciado. Acabarás recordando qué hay que hacer en estos casos. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

El poder de la palabra

El poder de la palabra es algo que muy pocos comprenden y aún menos dominan.  

Pocos recuerdan ya que palabras impregnadas en viejas cartas fueron las que salvaron a aquellas parejas condenadas a la lejanía. Que son el elemento clave para que un contrato sea o no justo. Que pueden brindarte más oportunidades de las que tú mismo crees. 

Una palabra en el momento y lugar idóneo puede animar a una persona, así como hundirla. Reflejan quiénes somos, cómo pensamos, e incluso cómo hemos sido educados. Nos cuentan segundas intenciones entre líneas. Crean confesiones, formulan cuestiones.

Nos distingue de los animales. Nos ayuda a manifestar si estamos contentos, tristes, enfadados o pletóricos a esas personas que no pueden vernos a diario cara a cara. Ahí es cuando la palabra se vuelve más fuerte: en la distancia. 

Deja que tus palabras me acaricien cuando tus manos no puedan hacerlo.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Recortes de plantilla

Mis manos temblorosas jugaban entre ellas enredando unos dedos con otros, tratando de mantenerme lo suficientemente ocupada como para distraerme de lo que acababa de suceder. Procuré no levantar la vista, sabiendo que en el momento en el que me cruzase con otro par de ojos rompería a llorar.

Abandoné las oficinas y salí corriendo hasta alcanzar el primer banco que vi. Me senté sobre el respaldo, como siempre, colocando los pies donde realmente debería haberme sentado. Llevaba un buen rato con la cara hundida entre las manos, y a su vez, con los codos apoyados en las rodillas. Irónico que saliese en busca de aire fresco.

Finalmente mi cuerpo decidió que no podía con tanta presión y liberó toda la energía negativa en forma de lágrimas. No puedo decir cuánto tiempo llevaba allí cuando sentí cómo alguien más ocupaba el banco. Mi banco.

¿Quién podía acercarse voluntariamente a una persona que lloraba desconsolada en medio de la calle? Tal fue mi curiosidad que no pude evitar observar de soslayo al individuo en cuestión. Cualquiera en su situación se hubiese puesto a compadecerme. Él simplemente permanecía a mi lado.

No debía ser mucho más mayor que yo. Tenía un aire despreocupado y llevaba la camisa por fuera del pantalón. Debía ser de alguna oficina cercana.

-Un mal día en el trabajo, ¿eh? –Preguntó de repente.

-…funesto. –Murmuré poniendo los ojos en blanco. Él soltó una risilla.

-Bueno, piensa que en unas horas no tendremos que verles las caras a esos capullos de ahí arriba. –Dijo señalando hacia el edificio del que salí.

-¿Sabes? Eres la primera persona que no parece sentir lástima por mí. GRACIAS.

-¿Por qué debería sentir lástima?, ¿sólo porque estás de bajón?

-Porque soy pequeña, parezco débil… -Comencé a enumerar.

-Tonterías. –Me cortó.- No hay ninguna razón lógica por la que debería sentir lástima. Y si es a lo que estás acostumbrada, deberías hacer recortes de plantilla sobre los que te rodean. 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Bienvenido, Otoño


De un día para otro me encuentro buscando a tientas las sábanas de la cama. El ahora fresco viento se cuela por las rendijas de mi persiana y entra en contacto con mi piel, erizándola. Me arrebujo entre las telas y me enrosco como un minino para protegerme. Tú no tardas en aparecer, deslizándote a través de mi espalda y rodeando mis brazos con los tuyos.

-Acabo de recordar por qué me gusta tanto el otoño.