─Pero seguimos teniendo pasión.
Carlota se mira las manos y se
traga una risa ─más bien bufido─ irónica. No porque no esté deseando soltarla,
sino porque sabe que él lo catalogará como una actitud hiriente. Y no lo es.
«La pasión, querido, no es
tener sexo. No son esas ganas de devorarnos que nos entran de vez en cuando. La
pasión no es permitirnos un día entero perdidos entre tus sábanas, o no poder
dejarnos de besar en medio de la calle ante las miradas de desaprobación de
algunas personas mayores. Al menos no creo que sea sólo eso.
La pasión ─y perdona por la
carencia de un vocabulario más elaborado─ es saber que has perdido el culo por
la otra persona. Y que lo seguirás perdiendo. No es cometer locuras,
simplemente es saber que lo tuyo va más allá de quererse. No es algo peligroso
─te hablo de la pasión sana, por supuesto─. No te hace débil. No te degrada
como persona. La pasión te da alas, te pone una sonrisa en la cara. La pasión
es la que, a pesar de que una relación termine, te deja esa tranquilidad por
las noches de que hiciste todo lo posible, y que lo hiciste de corazón».
─Supongo que sí ─dice
finalmente tras esa larga pausa que se acaba de tomar─. Seguimos teniéndola.