miércoles, 24 de agosto de 2011

You can't always get what you want


Uno de los grandes éxitos de los Rolling Stones suena en la vieja radio mientras Eric pone el motor de su furgoneta a punto. Ya no le parecen una pérdida de tiempo todos esos veranos que pasó en el taller de su abuelo.

Canta a todo trapo mientras ajusta tuercas, comprueba el aceite y arranca una y otra vez aquel Ford F150 4x4 con el que había soñado durante tanto tiempo. Está tan sumergido en él que ni siquiera se percata de la presencia de una segunda persona.

-¿…Eric? –Pregunta una voz dulce y temerosa.- ¿Podemos hablar?

Se detiene por unos momentos y aguanta la respiración. Ha estado evitándola durante toda una semana; así que ahora se encuentra acorralado, con la guardia baja.

-Habla tú, yo estoy haciendo cosas. Por si no lo ves. –Responde entre dientes.

Continúa dando vueltas alrededor del coche bajo la atenta mirada de Mandy. Ésta trata de contenerse, de comprender por lo que está pasando. Lamentablemente eso no lo hace más fácil.

-¿Es verdad lo que dicen? –Continúa.- ¿Te marchas?

Él no dice nada, sigue arreglando el motor hasta que la chica eleva sus palabras por encima del volumen de la radio.

-Nunca pensé que eras de los que huyen…

-¿Y quién huye, si se puede saber? –Hacía tiempo que no le miraba directamente a los ojos.- No tengo nada que me ate aquí, ¿por qué debería quedarme? Me han expulsado del instituto, tengo antecedentes, todo el barrio me odia… Y tú no vas a estar para mí.

-Yo siempre voy a estar para ti, Eric. –Murmura.- Como siempre lo estuve.

-No del mismo modo. –Gruñe.

Ambos quedan en silencio y comienza una nueva canción del mítico grupo. Eric deja las herramientas sobre su mesa de trabajo y se acerca a la chica en son de paz. Ésta permanece en silencio, toma la mano que él le ofrece y caminan hasta la parte de atrás del vehículo. Ambos suben y se quedan contemplando el cielo mientras las letras de aquella melodía cobran su significado…

…you can’t always get what you want.


lunes, 22 de agosto de 2011

Obsesión


Mírame. Siente cómo mi mirada te atraviesa el alma de tal forma que te mueras por saber mi nombre. Sonríeme. Averigua todo sobre mí. Haz todo lo posible por hacerme ver que soy la única en tu vida; que siempre lo seré. Sígueme por los pasillos, búscame en cada rincón y trata de llamar mi atención. Adora mi sonrisa. Piensa en mí cada noche antes de irte a dormir. Amanece con mi rostro en tu cabeza. Imagina cómo sería tu vida conmigo. Háblales a tus amigos sobre mí. Búscame en las redes sociales.

Vamos, el tiempo apremia… y si en un momento dudas, recuerda que yo ya hice todo eso. 

martes, 16 de agosto de 2011

Dawn


Dawn tiene veinte años pero el aspecto de una dulce chica de dieciséis. Su cabello es tan brillante como el sol y sus pensamientos son tan afilados como cuchillos. Detrás de esa imagen de niña buena que muestra ante sus padres y profesores, existe una persona que juega con los sentimientos de los demás. No importa a quién haya que manipular, pues para ella «el fin justifica todos los medios».

Pero Dawn no siempre ha sido así, ni mucho menos. Ella era una chica normal y corriente hasta que le conoció. Él, la persona que le hizo darse cuenta de que los cuentos de hadas son burdas patrañas y que los príncipes azules desaparecen una vez cumplido su cometido. Por eso juega con todos los hombres; para vengarse.

Esta noche de verano ha encontrado a su próxima presa, así que ten cuidado y que no te pille cerca. Podrías perder la cabeza. 

sábado, 13 de agosto de 2011

Colin


Colin camina con las manos en los bolsillos en busca de una señal que le haga escoger el destino correcto. Ha reunido suficiente dinero, se encuentra tanto en un buen estado físico como psicológico y sobretodo, tiene ganas de comerse el mundo.

Se ha pasado años planeándolo en su cabeza, recopilando información, mordiéndose las ganas esperando el momento exacto. Hasta hoy. 

Va tan sumergido en sus recuerdos que sin querer tropieza con una chica, que suelta su bolsa de mano en el suelo tras el impacto. Colin se apresura en recoger su equipaje y disculparse.

-Lo siento, yo no…

Enmudece al descubrir a una chica menuda de unos dieciocho años de edad. Pero no una chica cualquiera, no. Aquella debe ser la más bonita de todo el mundo.

-No te preocupes, no pasa nada. –Sonríe.- ¡Hasta luego…!

Cuando recupera la capacidad de hablar ella ya está demasiado lejos como para oírle. Pero aún puede verla y descubre una pegatina que lleva en su maleta. La señal.

Entre risas, Colin corre hasta el mostrador más cercano:

-¿Si? –Pregunta la mujer del mostrador curiosa.- ¿Qué desea?

-Un billete para Los Ángeles.

-¿Ida y vuelta?

-No. Sólo ida. 

martes, 9 de agosto de 2011

Misión en el espacio


Carla tiene cuatro años y una imaginación desbordante. Cada tarde su padre se la lleva al campo de golf que se encuentra no muy lejos de su residencia de verano. Allí, junto con su madre, le observa jugar.

Para cualquier niño de su edad aquella situación supondría un suplicio, un aburrimiento total. Pero para ella es la más maravillosa de las aventuras. Desde el carrito de golf, o desde la nave espacial, como ella lo llama, Carla descubre una galaxia que se extiende ante sus ojos. Su misión es la de proteger al universo de los malos. ¿Y sabes lo mejor? Que siempre, siempre ganan los buenos. Así que cada tarde al completar con éxito la misión, Carla entrega las llaves a la recepcionista bajo la frase:

-Nuestra nave es la dos-dos. Díselo a tus compañeros, ¿vale?

Y así, tras un largo día de misión por el espacio, Carla regresa a casa de la mano de sus padres. Mañana será otro día, sí, pero al menos el planeta podrá disfrutar otra noche más de la tranquilidad nocturna. 

miércoles, 3 de agosto de 2011

Uno de esos aburridos domingos


Holly escucha unos gritos provenientes del patio común de su bloque de pisos. No es algo que se escape de lo común allí, así que camina descalza de forma tranquila hasta el balcón con las gafas de sol puestas y no más ropa que unos shorts y una larga y vieja camiseta.

Una vez llega a la barandilla, comprueba que se trata de uno de sus vecinos, Henry. Un hombre de dudosa ética y sin ningún tipo de sutilidad que disfrutaba escaneando con la mirada a las amigas de su histérica y quinceañera hija, Kimberley.

-¡¡Kimberley, abre la puerta!! –Grita Henry bajo la atenta mirada de Holly.- ¡Me he dejado las llaves en casa!

Holly sonríe y desenvuelve una piruleta con forma de corazón mientras contempla la escena. Para entonces el vecino ya ha reparado en su presencia. Le mira perplejo.

-Hola… -Saluda. Holly le hace un gesto con la mano.- ¿Le podrías decir a mi hija que por favor me abra la puerta? Está dentro, pero al parecer no me oye.

Ella no dice nada, sólo sonríe y vuelve dentro de la vivienda. Con las gafas aún puestas llama al timbre esperando que una desagradable Kimberley abra la puerta.

-¿Y tú qué quieres? –Pregunta mirándola con asco.

-Tu viejo está en la calle, sin llaves. –Murmura.- Está gritando en el patio.

-Gilipollas…

Entonces observa cómo su ya-no-tan pequeña vecina deja una taza con batido de chocolate en el recibidor mientras entra a comprobarlo. A Holly no le tiembla el pulso cuando vierte LSD en su bebida.

-Pírate. –Gruñe la chica.- Ya no pintas nada aquí.

Holly hace un ademán y se marcha con una sonrisa en el rostro. Después de todo no va a ser uno de esos aburridos domingos.

lunes, 1 de agosto de 2011

¿Cómo te olvido?


Dolor, furia, locura. Eso es lo que siento cada vez que os descubro juntos. La sangre me hierve y la histeria me ciega. ¿Sabes lo peor? Que sé que en gran parte todo está pasando por mi culpa. Que te asusté, que me empecé a comportar como un neurótico y no quise aceptar la ayuda de nadie. También sé que aún me quieres, me lo dicen esos ojitos tuyos cada vez que sufrimos un incómodo encontronazo. Pero para mi desgracia tú ya estás saliendo adelante, o al menos intentándolo con la mejor de las actitudes. Yo sigo aquí, en el banco de siempre observándote desde mi infortuna.

Y ahora, ¿cómo te olvido?