lunes, 31 de marzo de 2014

domingo, 9 de marzo de 2014

Domingos menos malos

Los rayos de sol se deslizaron por la ventana de puntillas, sin hacer ruido hasta posarse en sus ojos cerrados. Con habilidad felina, su espalda se encorvó mientras sus brazos se antojaban infinitos al estirarlos. Las sábanas arrugadas jugaban entre sus piernas, en completa entropía.

Descalza emprendió su camino a la cocina con nada más que una camiseta de chico dos tallas más grande que había comprado expresamente para que cumpliese como el camisón más cómodo de la historia.

Con la mano aún sellada del club de la noche anterior cogió una sartén y sacó un par de huevos de la nevera. Los domingos tenía la ley no escrita de tomar un perfecto desayuno continental para recuperar las energías. «De alguna manera había que hacer los domingos menos malos, ¿no?», suele decir.

Al observar su reflejo en la ventana descubre que sus pinturas de guerra, como las llama, se desvanecen en varias direcciones. «Fue una buena noche».