lunes, 25 de noviembre de 2013

"Me gusta"

Ése momento en el que se escribe por notoriedad. En el que se disfruta más con la acogida de los demás que con la satisfacción propia de conseguir plasmar en unos párrafos la maraña de pensamientos que tienes en la cabeza.

Y entonces lo suben a Facebook, y es como “eh, mírame, ¡escribo cosas profundas!”. Y todos les dicen que son geniales, porque escriben. Entonces te planteas que tú podrías hacer lo mismo, que podrías recibir halagos y ser el centro de atención por unos momentos.

Pero entonces caes y recuerdas que te hiciste un blog anónimo porque aunque también era por vergüenza, no querías que nadie condicionase tus escritos. Y las personas que lo conocen, ya te conocían de antes lo suficiente como para saber que no vas a cambiar.


Así que cuando alguien demanda nuevamente atención a través de la escritura, esa escritura que nosotros como bloggers tanto apreciamos, cierro la página. Sé a dónde tengo que acudir para leer algo escrito de verdad

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Hasta siempre, amigo

Nos conocimos cuando yo tenía unos ocho años y tú apenas un mes de vida. Nunca me sentí muy segura estando cerca de los que son como tú, pero en cuanto te conocí perdí el miedo.

Te recuerdo como un bebé tembloroso al que le encantaba la leche y le costaba subir las escaleras. Siempre me mirabas con esos ojitos brillantes, como si quisieras decirme “ayúdame, que yo solo no puedo”. Y jamás olvidaré cuando descubrimos el miedo que le tenías al secador.

Siempre que volvía a casa lo hacía corriendo, ilusionada porque volvería a verte y me alegraba saber que tú sentías lo mismo. Tú, puro nervio. No dejabas de saltar y hacías lo que fuese para alcanzar las cosas de la mesa. Daba igual que fueras pequeño, tú siempre te las apañaste para lograrlo.

Hemos crecido juntos durante los siguientes quince años. Quince años donde te he hablado como si fueras una persona, paseado juntos bajo la lluvia, jugado y gritado. Aunque tú más bien me ladrabas.

No voy a mentir y a decir que has sido un súper perro, porque siempre fuiste un mimado y un gamberro. Aunque en parte es nuestra culpa, y ahí me tengo que callar.

Después de quince años contigo hoy tengo que aprender a vivir sin ti. Y créeme, qué raro va a ser no verte deambular la casa y redescubrir que te la conoces mejor que yo.

Dondequiera que estés (ese cielo de los perros del que todo el mundo bromea), pórtate bien, no comas con esas ansias tuyas y no te metas con los que son más grandes que tú. Yo nunca olvidaré que fuiste mi mejor amigo. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

En el autobús


Mentiría si negase todas esas veces en las que se quejó de viajar en autobús. Sin embargo, ahora que hace balance de esta y pasadas trayectorias, resulta que siempre ha sacado algo bueno.

El autobús se convierte en la primera opción para aquellas personas que repiten el recorrido más de lo normal, o que simplemente, recaen el peso de la decisión en el precio del billete. Sea como sea, a ella siempre le pareció que en este vehículo por lo general viaja la gente más cercana, la más sencilla. Quizás la carencia de enchufes, televisión y demás entretenimiento parecido es la que empuja a la gente a dejar a un lado sus teléfonos móviles y prestar atención aunque sea durante unos instantes de la persona que tiene al lado.

Ese algo bueno que suele sacar son en su mayoría historias. Gente que aguanta cuatro horas dentro de un autobús de dudosa calidad con el consuelo de que en la estación estarán esperándoles personas que entran en el rango de especiales. Y durante esas cuatro horas, todos sufren juntos cuando el chófer viene con retraso o cuando hay lluvia.

A veces lo único que consigue son buenas reflexiones, y algunas de esas se acaban convirtiendo en lecciones para toda la vida. Es lo curioso del viaje. Nunca es el mismo, nunca sabes lo que te va a tocar.