Mentiría si negase todas esas veces en las
que se quejó de viajar en autobús. Sin embargo, ahora que hace balance de esta
y pasadas trayectorias, resulta que siempre ha sacado algo bueno.
El autobús se convierte en la primera opción
para aquellas personas que repiten el recorrido más de lo normal, o que
simplemente, recaen el peso de la decisión en el precio del billete. Sea como
sea, a ella siempre le pareció que en este vehículo por lo general viaja la
gente más cercana, la más sencilla. Quizás la carencia de enchufes, televisión
y demás entretenimiento parecido es la que empuja a la gente a dejar a un lado
sus teléfonos móviles y prestar atención aunque sea durante unos instantes de
la persona que tiene al lado.
Ese algo
bueno que suele sacar son en su mayoría historias. Gente que aguanta
cuatro horas dentro de un autobús de dudosa calidad con el consuelo de que en
la estación estarán esperándoles personas que entran en el rango de especiales. Y durante esas cuatro horas,
todos sufren juntos cuando el chófer viene con retraso o cuando hay lluvia.
A veces lo único que consigue son buenas
reflexiones, y algunas de esas se acaban convirtiendo en lecciones para toda la
vida. Es lo curioso del viaje. Nunca es el mismo, nunca sabes lo que te va a tocar.
Casualmente este fin de semana me he pasado la vida en ellos. Y creo que tienes razón, parece que hay más cercanía en los autobuses que en los trenes, y siempre se pueden sacar historias nuevas que nos inspiren.
ResponderEliminarUn besito