domingo, 27 de octubre de 2013

De peleas y reconciliaciones



Sé que me estás mirando, es como una punzada aguda en el pecho. Y honestamente, no sé en qué punto estoy. No sé si estoy enfadada, dolida, molesta… No sé cómo sentirme. Ni siquiera sé quién de los dos ha tenido la culpa.

Aunque por mi garganta antes corrían gritos y sinsentidos, ahora un grueso nudo me impide tan siquiera susurrar. Y sé que en el momento que mis labios se despeguen, echaré a llorar. Me prometí a mí misma que no me volverías a ver llorar, que sería tan fría como un témpano de hielo. Ése que tú eres, al menos por fuera.

Y aunque estemos cada uno en una esquina del sofá, te siento lejos. Quizás por eso no salgo corriendo directa a la habitación o al cuarto de baño, porque será como rendirse. En vez de eso sigo mirando por la ventana desde mi sitio, con las piernas pegadas a mi pecho a modo de armadura.

Como si fuese a funcionar, pienso. Estoy inmersa en un sinfín de recuerdos. No sé cuántas veces te lo he dicho, pero mi cabeza procesa los malos recuerdos a una velocidad súbita cuando estoy en este estado.

Entonces aparecen tus brazos de la nada que me rodean y me arrastran hasta tu pecho. Ya te voy conociendo, y sé que es tu manera de decir que lo sientes.


-Yo también lo siento. –Murmuro en un suspiro mientras me arrebujo en tu camisa.

2 comentarios:

  1. Lo mejor de las peleas son las reconciliaciones :)

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo con David, por muy duras que sean las peleas... las reconciliaciones tienen el poder de unir más que nunca, de haceros fuertes, y de daros cuenta de lo mucho, muchísimo que os queréis (o no, eso también se ve).

    Un besito

    P.d: vaya cambio de look!

    ResponderEliminar

Muchas gracias por dejar tu huella.