Miró el reloj una vez más. Habían quedado a las cinco en punto, y aún quedaban diez minutos hasta entonces. Autum no quería parecer desesperada, así que permaneció en el interior del coche hasta la hora pactada deshaciendo los pasos que le habían llevado hasta allí.
No habría estado allí de no haber sido por sus dos mejores amigas, quienes le habían arreglado una cita con un viejo conocido. En un principio, no había puesto demasiado interés en el chico, pero ambas le habían asegurado en reiteradas ocasiones que aquél era la pieza que le faltaba a su rompecabezas. Quizás eso fue lo que le hizo acceder, eso y esa sensación de soledad que venía arrastrando desde hacía unos meses.
Una vez las agujas marcaron las cinco, se atusó la ropa y entró en la cafetería en busca del susodicho. Lo hizo con una actitud indiferente, como si los nervios que la carcomían no fuesen más que una quimera. No tardó en dar con él; estaba en la mesa que descansaba junto al ventanal.
-Hola. –Saludó informal.- ¿Llevas mucho tiempo esperando?
Tenía que admitir que era bastante atractivo. Después de todo parecía ser que sus amigas sabían qué tipos de chicos eran los que le gustaban. Lástima que todo cambiara con la siguiente frase.
-Pues sí, llevo aquí un buen rato pero no puedo reprocharte nada porque habíamos quedado a las cinco. –Suspiró.- Qué se le va a hacer.
El resto de la tarde trató de diversos temas: estudios, ambiciones, anécdotas… lástima que el único que hablara fuese él. Autum se limitaba a asentir distraída, cuando no estaba observando a las personas que pasaban por delante de la cafetería. ¿De verdad era eso lo que quería, lo que necesitaba? Suspiró profundamente y se puso de pie.
-Oye, lo siento pero tengo que irme… Adiós.
-¡Espera! -Exclamó.- ¿Volveré a verte?
-Quién sabe. –Sonrió.- Que te vaya bien.
Y dicho esto se colocó sus gafas de sol, su sonrisa de siempre y comprendió que no necesitaba un hombre para ser feliz, y que, de ser así lo único que tenía que hacer era esperar. El día menos pensado llegaría la persona adecuada.