El abrigo cuelga sobre el respaldo de la
silla, a unos centímetros de entrar en contacto con el suelo.
La joven da una
nueva calada a su cigarro y contempla el humo que emerge de su boca. Siempre le
gustó la forma en la que este se contoneaba hasta perderse más arriba, por el
aire.
Desde el exterior escucha como colisionan
unas bolas de billar. En ese mismo instante se pregunta cuáles fueron las decisiones
que le han llevado hasta allí, cuánta gente perdió en el camino y qué lecciones
le quedan.
No se arrepiente demasiado, aunque
debería. Por suerte o por desgracia Zoe no sabía arrepentirse de sus acciones.
Apagando la colilla en la que reposa su
lápiz de labios, la joven retoma el abrigo y se sube en el primer autobús que
pasa.
«Lo importante de la vida no es como
empieza, sino como acaba», suspira.