A veces me entra el miedo y mi corazón
empieza a latir más rápido de lo que ya lo hace, y la verdad, eso es mucho.
Por desgracia no es la primera vez que
reacciona así, y ya conozco al dedillo lo que le pasa: presiente que le van a hacer daño, que se va a
romper.
Por suerte nunca es tan grave como él se
piensa: sólo se resquiebra un poco, nada que los días no cicatricen.
Lo peor de todo es cuando es una herida que está
a punto de cicatrizar se reabre. La historia de mi vida. Siempre da en el punto
de sutura.
Cuando esto sucede, el pobre se pasa la noche
palpitando como si fuese una bomba de relojería, y a mí me toca quedarme en
vela con él, para que no se sienta más sólo de lo que se cree.
...y qué tranquila duerme tu cabeza.