viernes, 7 de febrero de 2014

Ni frío ni calor


El mundo se cubrió por una espesa capa de hielo que nunca me llegó. Ni a los tobillos.

Ya no hay sonrisas. Ni siquiera hay buenas formas. El “lo siento, lo desconozco” se ve sustituido por un silencio frío mientras sigues esperando esa respuesta junto al marco de la puerta. Y te sientes estúpido, porque sigues creyendo que esa respuesta va a acabar llegando de un momento a otro, y que sería muy descortés por tu parte marcharte sin más. El “espera un segundo y me lo cuentas, que ahora mismo no te puedo prestar atención” cambia por un “no me he enterado de NADA de lo que has dicho” justo cuando has acabado de contar la historia más divertida del mundo. Y qué decir de los “¿qué tal te ha ido el día?” que se ven cortados por un seco “bien”.

Esas cosas acaban anulándote, haciéndote sentir invisible. Se agarran a tu cuello con ambas manos y te aprietan hasta que tu voz pende de un hilo inseguro. Y entonces te planteas que el problema es tuyo, que quizás tienes demasiado tacto. Luego recuerdas que no es tacto sino educación, y ahí es cuando regresa esa frustración. Porque da igual que te plantees ser una persona fría, maleducada, cortante… tú eres tú y no puedes cambiar esa forma de ser. Porque cuando algo no está roto no puede ser arreglado.

1 comentario:

  1. ¡Me encanta!
    Muchas veces pretendemos ser alguien peor que nosotros mismos y nos es imposible.
    Yo te recomendaría que fueses tú misma, si alguien no te escucha, no te presta atención, no te valora; quizás merezcas a alguien mejor, pero ponerse a su nivel significaría cambiar a una persona que estoy segura que vale mucho :)

    ResponderEliminar

Muchas gracias por dejar tu huella.