sábado, 25 de enero de 2014

Reencuentros


Por lo general suele ser una persona hogareña. Puede pasarse días y días encerrada y no sentir claustrofobia. Pero no esta semana.

Con los años vas aprendiendo que una amistad no implica la necesidad de verse o hablar todos los días. Que cada cual va labrándose su futuro, diferente del resto, y que eso hace descuadrar horarios. No pasa nada, son lo suficientemente maduros como para asumirlo.

Lamentablemente esta semana se le ha hecho un poco cuesta arriba. Quizás la presión en la oficina, los 265 kilómetros de distancia, o esos días que no necesitan más explicación.

Una llamada es suficiente para confirmar cita en la cafetería de la calle principal. Con un dulce, cafés o batidos, comienzan a ponerse al día con la mejor de las sonrisas. Comienzan las bromas, las risas incontroladas, las canciones ridículas, las anécdotas. Entonces cada uno piensa en por qué no hacen esto más a menudo.

Continúan paseando por aquel pueblo grande que siempre fue su ciudad y se reconfirma que ya no tienen quince años. Comprueban que los niños de trece años no son como lo eran ellos, y que sentarse en un banco cualquiera a comer pipas no acaba siendo lo mismo del todo. Pero se las terminan, así se les quede el trasero helado de aquel banco de piedra.

Cuando llega el momento de despedirse, comprueban que el reloj ha corrido más de lo esperado. Alguno llega tarde a su cita posterior, pero poco le importa. Llegan los besos, los abrazos y las sonrisas. Con estas últimas, emprenden el regreso a casa deseando ese nuevo mensaje:

Necesito veros. Os echo de menos. 

1 comentario:

  1. Es verdad que con el paso del tiempo te das cuenta de que con ciertas personas no hace falta verse siempre, y que da igual el tiempo que pase que la amistad seguirá intacta, pero esos reencuentros siguen siendo importantes.

    Ojalá os veáis pronto de nuevo.

    Un besito

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