—¿Y no se te hace muy largo el
trayecto, viajando sola?
«Merece la pena», pienso. Cierto
que son cuatro horas de trayecto, a veces hasta cinco. Que los asientos no son
muy cómodos, y que depende del vehículo se me hace más o menos asequible. Además
no siempre me toca una persona decente al lado, de ésas que no acaparan el
reposabrazos y no invaden tu espacio vital. A veces incluso huelen raro.
Pero cuando factores externos no
lo imposibilitan, me tomo ese tiempo para reflexionar. Qué voy a hacer cuando
esté allí, adónde voy a ir. Me sirve para dejar atrás todo lo malo, aunque sea
por unos días. Aunque «lo malo» lo lleve conmigo.
Cuando ya estoy llegando me pongo
nerviosa, tonta. Él cree que tengo el ferviente pensamiento de que me van a
robar la maleta, que también, pero el gran causante sin duda es él. Entonces me
sujeta, aunque sabe que me revolveré entre sus brazos, y me abraza. Así hasta
que me tranquilizo.
—Estoy acostumbrada —respondo
finalmente—.
Es en los viajes donde te puedes encontrar con todo tipo de gente, desde personas muy amables, hasta personas desagradables, porque en el trayecto del viaje, como en el de la misma vida, es así, habrá personas que nos agraden más que otras, pero al final del camino, encontraremos nuestro destino.
ResponderEliminarMe encantó tu entrada, Sara, gracias por tu comentario en mi blog y por seguirme, y por supuesto, yo también te sigo.
Un beso.
En el viaje encontrarás un poco de todo. Y yo me enamoré para siempre viajando sola... Sientes una magia especial que no se puede describir.
ResponderEliminarMe encantó la entrada.
Un besazo <3
Envidia siento de la foto y de no poder hacer algun viaje. Me haria bien, es tan necesario... Toda la experiencia que ello implica te permite despues escribir cosas como esta.
ResponderEliminarDonde la lectura es bella, mas la imaginacion tambien participa y se llega entonces al final. Donde te esperan esos brazos que dan finalmente valor a lo experimentado durante el viaje.