«¿Cuándo te vas a echar novio?»
«Alguien te tiene que gustar seguro, lo que pasa es que no
nos lo quieres decir»
«Pero a ti te gustan los tíos, ¿no?»
«¿Y tú no te sientes sola?»
«Ay hija, qué rancia eres»
Carlota sonríe y remueve su taza de cacao de cara al
fregadero, ignorando por completo a sus familiares.
Hubo un tiempo no muy lejano en el que le aterraba escuchar
las palabras «reunión familiar». Cuando sentía que tenía que justificarse y se
quedaba devastada en el sofá pensando qué había de malo en ella, mientras el
resto se marchaba a sus respectivas casas con una sonrisa de oreja a oreja.
Ajenos a la masacre que acababan de hacer con su autoestima.
—La próxima vez me quedo en la habitación. Que se metan un
ratito con Arturo, que él tampoco tiene pareja.
—La diferencia es que tu hermano pasa de ellos. ¿Qué sabrá
nadie de sus circunstancias?
Una vez más, su madre le daba una buena respuesta en forma
de pregunta.
Trabaja por las mañanas y está cursando su último año de
universidad. Está ahorrando para un máster que aún no ha decidido. Apenas tiene
tiempo para estar con sus amigas, si es que no le ha vencido antes el cansancio.
En el fondo sabe que no son más que excusas. Entonces le
toca ser sincera consigo misma.
No es un buen momento para tener pareja. No necesita un
compañero de camino, al menos no por ahora. Quizás en seis meses abandona su
ciudad, lo cual le hace pensar en cuán egoísta sería compartir un tiempo
limitado de su vida para luego poner tierra de por medio.
Y lo más importante. No ha aparecido nadie que le merezca
cambiar esos ideales, y tampoco tiene prisa. Se encuentra en un estado de
felicidad individual que nunca antes había experimentado.
Interesante narración e inteligente decisión la que toma.
ResponderEliminar