A medida que vamos creciendo nos
vamos topando con toda clase de personajes episódicos. Algunos de ellos, aunque
fugaces, nos han marcado de por vida. Otros tantos traen consigo las mejores de
las anécdotas. Y hay algunos cuantos que sacan lo peor de nosotros.
Esos personajes. Los malos
malísimos. Los que parecen disfrutar haciéndonos creer que no merecemos la
pena. Que no vamos a alcanzar nuestros sueños. Quizás porque según ellos, nuestros
sueños son una tontería. O porque los/as tontos/as somos nosotros/as.
Cuando oímos hablar de este tipo
de personaje, a todos/as se nos viene alguien a la cabeza. Más de una persona,
en realidad. Aun así, debemos tener en cuenta que tarde o temprano, esas
personas se acaban yendo de nuestras vidas.
Me gusta pensar que siempre están
ahí pero que sólo nos percatamos de cuán molestos son cuando nos hieren «lo
nuestro». Posiblemente porque nuestra cabeza necesita algún tipo de conductor
que haga «click».
Cuando esa chispa salta, es
cuando nos planteamos con cuánta fuerza queremos lograrlo. Algunas veces esa
fuerza se disipará, mientras que otras alcanzará un nivel más grandes que
nosotros/as mismos/as. Otras veces simplemente querremos demostrar a los demás
lo equivocados que estaban, pero supongo que cada motor funciona con el
combustible que más le va.
Canaliza esa rabia. Piensa en
todos esos personajes secundarios y arranca con fuerza. ¿Quién no se ha
imaginado diciendo? «Este premio va para Fulanito, que me dijo que no servía
para… y que me dedicara a otra cosa».
La verdad es que me gusta la entrada, tienes mucha razón!
ResponderEliminarsaludos