Realmente Sandy
nunca fue una amante ferviente del verano como sus amigas. A ella le gustaba
disfrutar del frío, del vaho de las ventanas, lienzos perfectos para dibujar y
del tacto de la lana en su cuerpo. Apenas aguantaba más de dos horas en la
playa.
A pesar de
vivir en una ciudad costera y estar acostumbrada a ello, veía en los inquilinos
estivales auténticos usurpadores. Invadían la arena, los aparcamientos, los
bares y las terrazas. Cierto que era bueno para la economía de la ciudad, pero
no podía evitarlo.
Sólo había un
momento al día que concebía perfecto: el atardecer en la arena. Adoraba aquella
brisa fresca que se levantaba ya entrada la tarde y te obligaba a colocarte de
nuevo la camiseta. Disfrutaba viendo como el sol por fin se daba el gusto de
bañarse en el mar y ver cómo todo concebía un nuevo color.
Sentaba en su
toalla, rodeando sus rodillas con los brazos, aspiraba fuertemente por última
vez antes de emprender el camino a casa. Lástima que los momentos perfectos
sólo duren un instante.
Si tienes la oportunidad de vivirlos, genial, ¡hay que aprovechar esos instantes por muy efímeros que sean!
ResponderEliminarYo también adoro los atardeceres. El de la foto es perfecto ^^
Me encanta el cambio de look que le has dado al blog.
Un besito
El verano y sus atardeceres...¡qué mejor! ; y ya ni te cuento los amaneceres.. :)
ResponderEliminarDisfruta como si fuera el último de todos esos momentos, son geniales. Me alegro de verte seguir escribiendo. Un beso!
Pero ya sabes lo que dicen... ¡lo bueno, si breve, dos veces bueno! xD
ResponderEliminarMe parece que me pasa lo que a Sandy, prefiero encontrarme con la playa desierta y sentir el viento frío en la cara...¡y no precisamente el de un ventilador! :)
¡Un beso!
yo también adoro esa sensación!:)
ResponderEliminarUn beso!