He pulsado tantas veces las teclas que me sé tu número de memoria. He intentado llamarte, pero antes de que suene el tono de llamada cuelgo. ¿Acaso debería? ¿No perdería toda credibilidad tras haberme hecho la dura?
Juego con uno de mis rizos mientras busco en YouTube la canción que venías silbando. Tú… qué difícil es visualizarte en mi mente. Tan sólo recuerdo tres cosas: el verde de tus ojos, tu media sonrisa y la forma en que el pelo te cae sobre la frente. ¿De tu voz? Sólo sé que consiguió estremecerme. Quizás por eso me cuesta tanto realizar esta llamada.
Abandono mi cama y avanzo hasta llegar al espejo. Allí una niña asustada me devuelve la mirada. Da igual cuántas veces cambie de ropa, peinado y actitud, sigo siendo la misma niña pequeña de siempre.
Pero eso va a cambiar, tiene que cambiar. Así que pulso el botón de rellamada y contengo la respiración. Un tono, dos tonos, tres tonos.
-¿Diga? –Preguntas al otro lado de la línea.
Y ahí está, tu voz de nuevo. Vuelvo a hacerme pequeña, a ahogarme en un vaso de agua. Incapaz de articular un simple hola, cuelgo el teléfono decepcionada conmigo misma. «Estúpida», murmuro mientras me abrazo a la almohada.
No han pasado dos minutos cuando el teléfono comienza a vibrar. Miro la pantalla y ahí estás de nuevo, dándome otra oportunidad. Esta vez no me lo pienso dos veces y descuelgo cuando apenas ha finalizado el segundo tono. Lástima que siga en estado de shock.
-Sé que estás ahí… -Canturreas.- ¿Qué pasa, te ha comido la lengua el gato?
-N-no. –Balbuceo.- Es que… bueno, yo…
Escucho tu risa y no puedo evitar sonreír, aunque yo sea la causante. Entonces me hablas del calor que hace para la época que estamos, que no puedes dormir y que te pasas la noche viendo películas en el ordenador. No sé cómo lo consigues, pero no tardamos en intercambiar opiniones sobre libros llevados a la gran pantalla. Me siento cómoda, tranquila…
-Bueno, creo que es hora de colgar. –Anuncias.- No quiero restarte horas de sueño a ti también.
Se me pasan millones de frases por la cabeza, pero sólo atino a decirte «Está bien… buenas noches».
-Oh, ¡espera! –Exclamas.- Aún no me has dicho cómo te llamas.
-Te lo diré la próxima vez que hablemos. Lo prometo.
-Así que habrá una próxima vez… Eso me gusta. –Apuntas.- Buenas noches. Sueña conmigo.
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Continuará...